3/09/2009

Brindis

Por la sonrisa de mis hijos, por supuesto. Por las nebulosas en que vive mi madre. Por los mejores perros que acompañaron de cacería a mi padre. Por mi padre y sus recuerdos de cazador. Por el amor que alguna vez me tuvo Yolima. Por el amor que construimos y que se llevó una tarde el hastío. Por el hastío.

Por un atardecer de primavera en el malecón del Mar del Plata. Por la compañía de Beatriz y los suyos por los caminos de Alfonsina Storni. Por Alfonsina Storni y sus caracolas marinas.

Por Rachel y Cachita y su agua tibia en la Habana. Por ese malecón sitiado por las olas. Por los estudiantes en bicicleta en La Plata. Por los viejos anarquistas refugiados en La Pampa. Por una casa de campo cerca a la Laguna de Pedro Palo y a las nubes de Cundinamarca. Por las aguas insondables de sus montañas.

Por Diego y su Roberto Bolaños y su lobato. Por los años que ya viví y ellos no.

Por la complicidad innombrable. Por las calles que recorrimos. Por un amanecer en Bogotá. Por todos los amaneceres en Bogotá. Por una noche sin madrugada. Por la noche que no termina.

Por el exilio, ese dinosaurio que devora a los mejores amigos. Por Mónica que derrotó la muerte. Por María Pi, que también da la pelea. Por Jacky Brown, ese personaje de Triller que se convirtió en mi ángel de la guarda. Por mis cómplices, que brindan esta medianoche conmigo. Por la escandalosa risa de jairo. Por la risa.

Por este vino rojo que me asoma a la noche. Por la incertidumbre de los años.

Por la incertidumbre.

Por los años.